Carta abierta a Esteban Paredes

Mi Paredes, ¿cómo te explico? Cuando pienso en cómo me reconocí mujer hincha de Colo-Colo aparecen tus goles,…

Mi Paredes, ¿cómo te explico?

Cuando pienso en cómo me reconocí mujer hincha de Colo-Colo aparecen tus goles, Esteban. Esos cantados de Ernesto Pérez Correa por Radio Cooperativa: ¡Paredes, Paredes, Paredes!, ¡qué emoción me provocaba!

Fue en 2015 cuando te convertiste en mi auténtico ídolo futbolístico. Tus jugadas, goles, tu temperamento en la cancha y tus visos (sí, también tus visos), despertaron en mí un sentimiento de amor y respeto (amor futbolero, Jenny). Fue genuino, pues mi admiración iba más allá de la influencia de algún hombre “experto” en fútbol.

Nací un año después que tú, en Tocopilla, un pueblo conocido por otro futbolista. A los cuatro años mi padre adoptivo me heredó su amor por el “Popular” y crecí escuchando los partidos por la radio. En los barrios o conventillos donde arrendábamos piezas o casas, el “Albo” siempre era el equipo de la mayoría de los vecinos, el equipo del pueblo.

Por aquellos años de infancia, en los 80, era mal visto que las “niñitas” jugaran a la pelota. Quien lo hacía eran tildada de “marimacha”, “María tres cocos” y poco femenina. Hoy, a mis 39, me alegra que mi generación haya sido una de las últimas a la que el machismo –enquistado en nuestras familias, padres, madres y resto de la sociedad– nos haya prohibido practicar o apropiarnos de este bello deporte.

En cuarto medio conocí a quien fuera mi compañero durante 19 años. Otro amante de Colo-Colo, con una pasión tal que cada vez que perdíamos, el enojo le duraba tres días. En toda nuestra relación no fuimos a ver más de tres partidos juntos, final de la Sudamericana incluida, donde me culpó de ser “yeta”.  Yo pensaba que la frustración lo volvía irracional, pero no, luego me di cuenta que era el machismo. Le insistí varias veces a que volviéramos juntos al estadio porque me daba mucha rabia no poder compartir esa pasión con él. Ante su negativa, escuchaba los partidos por la radio sola.

Esa relación terminó. Un día asumimos que, con los años, la mirada del mundo era insosteniblemente distintas y en un acto lleno de cariño nos soltamos para caminar libres. Después del quiebre decidí ir nuevamente al estadio. Iría sola. Me compré una polera, me hice socia y no falté a ningún partido durante el 2018. Hasta conseguí entrada para ver el clásico donde le ganamos a la “U” en el Estadio Nacional con dos goles tuyos. ¡Imagina mi emoción en ese estadio teñido de azul viéndote meter esos dos goles hermosos! Y ahí me ayudaste a confirmarlo: nunca fui “yeta”.

En 2019 renové mi calidad de socia del Club Social y además me aboné. El 5 de octubre tuve el privilegio de verte desde Océano en el Estadio Monumental. Estaba sola, con un pañuelo verde en mi muñeca y rodeada de hombres en uno de los clásicos más bellos ante la “U”. Mi ex también estaba en Rapa Nui, incluso nos saludamos antes del partido. Tu gol 216 no solo se inscribía en la historia, sino que también se escribía en mi biografía. Doce días después, las y los estudiantes despertarían al país. En esos días de revolución manifestaste tu apoyo y mi pecho se llenaba de orgullo. Así debía ser, consecuente con tu pueblo.

Pero llegó febrero y algo se quebró. Cómo te explico lo que sentí al verte defendiendo a tu representante Sergio Morales tras ser acusado de violación. Y no sólo eso, calificaste a las víctimas de mentirosas y chantajistas. Cuánta decepción, Paredes. Te preguntarás por qué me enoja tanto, por qué me atrevo a escribirte una carta abierta por algo que no me hiciste directamente. Pues bien, esa historia es igual a mi historia. Por ellas y por mí, no puedo permitir que nos descalifiques de esa manera públicamente. No dudo que tú y mi ex son buenas personas, excelentes profesionales, pero si aceptaran la invitación de cambio social que les hace el feminismo no estarían enceguecidos por el machismo que expresan entre bromas o en declaraciones colmadas de prejuicios.

Ya lo sabes, en 2018 me atreví a volver a pisar nuestro estadio y también decidí denunciar al hombre que abusó de mí sexualmente a los cinco años. ¿Por qué lo haría si la causa estaba prescrita? Como te explico: por algo de justicia. Él decidió marcar mi infancia, me condenó a sentir culpa, tuve que crecer mirándolo con asco, en silencio. ¿Hasta cuándo iba a aceptar eso?

Decidí denunciar para que, al menos, quedara escrito que el “gigante Lalo” me abusó. Decidí denunciar para que sepa que lo encaré antes de morir, decidí denunciar después que rompí el silencio con mi hija, mi familia materna, algunas amigas, mi ex -quien me apoyó- y mi entonces jefa, hincha de la “U”. No lo hice público hace dos años, pero ahora estoy preparada para hacerlo. No quiero que esta historia se repita nunca. Nadie debe juzgarme por el tiempo que callé. Solo deseo que tú, muchos y muchas lo entiendan: las mujeres no nos exponemos de esta forma gratuitamente. ¡Porque lo viví, yo les creo!

Una amiga abogada, que también es hincha del equipo archirrival, me acompañó en el proceso. Es lindo ver que mujeres y hombres futboleros nos unimos para buscar justicia. Hubo audiencia, él compareció y la jueza le dijo a mi abusador a la cara lo que me hizo. Quedó libre de cargos porque también mi caso está prescrito, pero puedo decir que esta historia ya existe. Mi admirado Paredes, yo no fui capaz de asistir a esa audiencia porque, sabes, aunque habían pasado 32 años al momento de denunciar, la niña abusada sigue en mi cuerpo, en mis recuerdos, en mis culpas machistas.

Ay, mi Paredes, ¡cómo te explico que te llevo en el corazón, pero no puedo dejarte pasar esta!

Este 8M y estos meses de movilización social por un nuevo Chile me hacen reflexionar: quiero más mujeres en los estadios, sin miedo y sin acoso, quiero más mujeres haciendo lo que les gusta sin permiso, quiero más mujeres valientes que se atrevan a denunciar a sus abusadores y menos machitos inquisidores por las redes sociales defendiendo a ojos cerrados a su género.

Paredes, cómo te explico, el futuro de Chile será feminista o no será.

Por Pamela López.

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