Columna de opinión: El proyecto, la gloria, el dinero.

La última contratación escandalosa de Colo-Colo, después de muchos años de refuerzos ineficaces o bien, discretos -y porque…

La última contratación escandalosa de Colo-Colo, después de muchos años de refuerzos ineficaces o bien, discretos -y porque no decirlo, malos-, fue el de Nicolás Blandia inicios de 2020. El campeón de Copa Libertadores con San Lorenzo gana, al mes, $77 millones de pesos. La gente del Popular se puso a soñar con volver a ser el protagonista temerario que alguna vez fue en las competiciones internacionales.

Desde el período Borghi, el hincha colocolino vive de añoranzas y de su último ídolo, Esteban Paredes. El Club está en manos de la concesionaria Blanco y Negro y el sueño de volver a Japón parece desvanecerse, y a su vez, soñarse con más fuerza, empero con más nostalgia. Del club que más gana –o ganaba- en el país, del Eterno Campeón, cabe preguntarse sin embargo: ¿Qué es lo que antepone el hincha en su visión del Club?

El año 2018, después de muchísimos años sin llegar a cuartos de final en arena internacional, el pueblo Albo se emocionó por una posible ‘semi’ ante un archirrival histórico: Boca Juniors. No obstante, el juego de Palmeiras pesó más en Sao Paulo y Santiago. Fue una buena participación pero pareciera que debemos conformarnos con eso por varios años más, hasta que la providencia del fútbol o el bolsillo de los accionistas afloje. De lo anterior podemos mencionar al menos dos consecuencias del panorama para los y las albas: primero, si la concesionaria puede asegurar el éxito deportivo gran parte de las expectativas del hincha promedio se cumplirán; segundo, este mismo hincha no tiene participación alguna más que el aliento en vivo o por TV.

Entre los avatares de los campeonatos y las victorias un sector de la hinchada se dedica constantemente a recordar la presencia de la concesionaria y cómo esta simboliza un cáncer que va carcomiendo el Club, al cuál poco le queda de social. Si bien el club se funda en el ambiente de la asamblea y la clase obrera, Colo-Colo, desde Parodi hasta Mosa, siempre ha sido manejado por hombres de negocios. Salvo algunos éxitos contados, hoy las ramas aledañas al plantel masculino de honor se encuentran bastante precarizadas y, tanto menor negocio, no reciben la atención que debiesen. Solo este año el plantel femenino pudo obtener su profesionalización a través de 24 contratos para sus jugadoras.

Retomando el punto anterior, no es misterio para nadie, que Colocolinos hay para gustos y colores. Desde los que se enteran de los resultados a oídas hasta los que van a cada asamblea del Club Social; no son pocos aquellos que descreen la relación entre política y fútbol entre los fanáticos del Colo Colo, y de tal manera perciben la relación entre la cancha y ByN. La inclusión de algunos ídolos como Daniel Morón y Marcelo Barticcioto en algunas instancias del Club Social, y el reciente cambio en la consciencia colectiva debido al “Estallido Social” (la efervescencia del empoderamiento popular) sugieren, para una multitud de hinchas con distintas posiciones, que la gestión de la concesionaria está lejos de repuntar en pos del éxito deportivo; el club debe ser reconstruido totalmente para salvarlo.

Muchos hinchas, desde sus distintos territorios, ponen por encima el rol social ante todas las cosas, sin dejar de mencionar la identificación con estándares políticos dizque transversales: antipinochetismo, antifascismo, antipolicía. Y qué tiene que ver con esto con que Mouche se pierda un gol el fin de semana? Mucho y poco. Y aquella ambigüedad lógica viene con el desafío de pensar colectivamente qué es lo que significa un proyecto para un club tan grande y tan simbólicamente arraigado como Colo-Colo, que fue capaz de prorrogar la dictadura en nuestro país.

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