En un partido trabajado táctica y físicamente, Colo-Colo palideció ante uno de los mejores equipos del continente por dos goles a uno. ¿Jugamos como nunca y perdimos como siempre? Más que eso, este partido sirvió para medir para qué estamos hechos. Las sensaciones son positivas, pero los espacios de mejora son infinitos.
En una semana plagada de buen fútbol, con duelos de Champions League apasionantes, llegó el partido de fondo: Colo-Colo contra River Plate. Y, sí, como dicen los argentinos, fue un partido lindo. Con un marco de público impresionante y en constante bullicio, el ‘Popular’ mostró lo mejor que tenía. Desde lo táctico y futbolístico, se plantó un equipo intenso, ordenado y empoderado. Ya lo conocemos. Sin embargo, se perdió por detalles. Detalles que si se suman, nos sobrepasan.
En primer lugar, el equipo está corto. Y por más que nos excusemos en la falta de refuerzos, esto es culpa de Gustavo Quinteros. Tiene que darle más rotación a la banca. El ’11’ titular debe tener alternativas frescas y revulsivas para esta clase de partidos. Para eso sirve el campeonato nacional. Claudio Borghi decía, ante la falta de recursos, el trabajo es la única forma. Y es cierto. En muchas partes del mundo, con presupuestos dispares, se hacen grandes cosas. Debemos intentarlo. Quinteros debe dejar a nuestra suerte el resultado.
Lo segundo es la efectividad frente al arco. Lo de Juan Martín Lucero en el primer tiempo y de Pablo Solari en el segundo no puede ser. O sea sí, en la liga local podrás generar más opciones, pero en un partido tácticamente exigente como el de ayer no puedes rifar las opciones. Hay que matar, asegurar. Hace unos años, Martín Tonso hizo una jugada digna de Martín Tonso. Se los pasó a todos y cuando se enfrentó al arquero reventó la reja tras el arco. Pero lo intentó, le pegó. Sin displicencia.
Los detalles nos mataron
Como dijo el profesor, el partido se perdió por detalles. Sí, le podemos echar la culpa al árbitro. Pero lamentablemente, el lloriqueo en la Libertadores no sirve de nada. Tenemos que preparar los partidos a la perfección. Aprovechando cada ocasión, cada tiro libre, lanzamiento de esquina. Siempre con maña, con alternativas, probando de lejos y definiendo dentro de los tres tubos. Lo de Omar no es culpa de él, es responsabilidad de un técnico que solo confía en Brayan Cortés. La falta de fútbol se le notó. No puede volver a ocurrir.
Finalmente, felicitar al equipo. Más allá de los errores puntuales y colectivos, demostró que está para grandes cosas. Compitió ante uno de los mejores. Debimos ganar. Eso me deja tranquilo. Si Lucero la metía y Solari también, el partido era otro. Ahora viene la segunda parte de la fase de grupos. Hay fe, fútbol y buen equipo. Los espacios de mejora están claros. Y el primer paso también: dejar de lloriquear.