El regreso de Matías Fernández a Colo Colo no fue solo un golpe al mercado, sino que también significó un remezón emocional para varios. Me incluyo. Y sin ánimos de vivir del recuerdo, su primer paso por el club significó, para muchos, enamorarse del fútbol. Recuerdo las discusiones con mi viejo cuando yo, en la ignorancia, lo situaba por sobre Marcelo Salas, su ídolo. Perdido total. El máximo goleador de la selección chilena en ese entonces, ya la había rompido en Argentina e Italia. Pero es que Matías te hacía creer, con esa explosividad inusitada y buena técnica, que sería el mejor del mundo.
En cada partido que jugaba era casi seguro que haría alguna genialidad o algún gol. Ese talento innato en los pies, para esa época, más que un privilegio de ver, era una obligación de observar. E incluso ahora… ¿A cuántos no se les ha ido la noche viendo vídeos en YouTube de aquellos años?
Y hoy lo que esperábamos hace años se concretó. Vuelve con 33 años tras su paso por España, Portugal, México y Colombia. Con buenas y malas, siempre destacó por sus gambetas y entusiasmo, por su especial lanzamiento libre y por el cariño de sus compañeros.
Tras 13 años fuera, solo queda agradecer que se haya bajado el sueldo para volver. Un verdadero esfuerzo en tiempos donde el dinero domina. Ahora es más maduro, con familia, creyente y con presencias en cámara que nos permite saber lo que piensa. No es el mismo introvertido, pero mantiene la humildad. No le gusta hablar de posibles. Solo promete preparación y hablar en cancha. Y aunque no tiene la misma versatilidad de antes, le sobran ganas y entusiasmo para ser un aporte en este 2020.
Varios se conforman con verlo sonreír, con la 14 en la espalda. Casi como un capricho. Una garantía de la eterna frase de que algún día iba a retornar. No esperemos que sea el de antes, que meta muchos goles o que salvará al equipo de malos resultados. Él viene a disfrutar y, ojalá, a retirarse. Pero no, no viene a morir. Viene a competir, a ser un aporte y colaborar en los objetivos trazados. Calidad le sobra. Pero siempre existirá el temor a las lesiones.
Por eso, no lo crucifiquemos por un mal pase o porque no rinde. Su vuelta, aunque él no lo reconoce, va más allá de lo futbolístico. Tiene también que ver con ser un aporte en un camarín aún en desarrollo. Mario Salas da el visto bueno porque sabe lo que significa Matías para la institución. Crió identidades y atrajo adherentes. Por él irá más gente. Por él se gritará un poco más. Por él vuelve la ilusión. No, no estoy diciendo que en él recaerá toda la responsabilidad. Digo que hará creer y soñar. O al menos en el papel.
Matías, que te vaya bien. Disfruta tu regreso tanto como los hinchas. No te excedas tanto porque te puedes lesionar y no te queremos ver frustrado. Te queremos ver sonreír con la pelota en los pies como si tuvieras 20 años de nuevo.
Pase lo que pase, siempre serás un ídolo para much@s. No interesa mucho que te lesiones o que no marques goles. Aprovecha el estadio, la gente y haz de las tuyas con la 14 en la espalda. Imagínate como el crack que siempre fuiste. Porque eso eres y serás… un crá.